miércoles, 2 de enero de 2013


Queridos tertulianos de la habitación vacía:
Siento decepcionaros, ya sé que lo hago continuamente por otras razones, pero hoy no escribo para vosotros ni, por supuesto, tampoco para mí. Escribo para alguien que me conoció cuando era más cría por fuera que por dentro, no como ahora.  
-------

Así pues, a mi ángel de alas plateadas:
Podría cansarme de contar las veces que he cerrado los ojos y simplemente he deseado que al abrirlos estuvieras ahí, dispuesto a repetir todas tus batallas, por terribles que fuesen, con una sonrisa en los labios sólo para rescatar a la mía de la puta oscuridad. No es que sea difícil hacerme sonreír, es que nadie consigue embotellar la esencia de mi felicidad así como tú lo haces.

Verás, lloro por muchas razones. No, tranquilo, todo va bien. Pero ya sabes cómo soy. Ya sabes de que van esos días inútiles en los que quiero desaparecer (como hacías tú, ¿recuerdas?). También he llorado con cientos de películas, unos cuántos libros y un par de canciones. Y sí, aunque lo odie, también he llorado por algún que otro gilipollas. Pero cuando lloro por ti es porque sonreír se me queda corto. Porque, joder, en mi vida me han dado unos abrazos como los tuyos, casi nunca me he creído los te quieros como me creo los tuyos, nunca han escrito sinceridad en cada sílaba que me decían, nunca como lo haces tú.

Y vale, puede que alguien piense que te tengo sobrevalorado. Que es porque la distancia (venga, aceptemos que no es tanto lo que nos separa, pero nos puede la perrería) nos hace acercarnos aún más, que nos hace ver sólo las cosas buenas. Pero es que, todavía no he visto nada malo en ti. Porque si alguna vez me has fallado, créeme, no lo has hecho, ha sido porque no sólo me necesitas a mí en la vida. Porque no todo iba a ser sólo cuidar de mí. Y eso está bien, joder tío, eso está de puta madre.

Que, ¿sabes? No me gusta incluir a demasiada gente en la lista del futuro, pero a ti te tengo en un primer puesto honorífico. Y me sobran las razones para que sigan ahí por muchos, muchos, muchos años. Porque en ti tengo al hermano mayor y al pequeño. Al mayor por cuidarme como nadie, por cada consejillo, cada mensaje de “Ei, sigo aquí, para todo. Te quiero” y al pequeño porque cada vez tienes cien nuevos rasguños que explicar, un par de chistes malos que contar mientras, expectante, escuchas cómo me parto de risa y alguna frase tonta que decirme con vocecitas cada día más raras.

Pero no te cambio. Por nada. Nunca lo haría.
Te quiero. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario