lunes, 26 de septiembre de 2011

Queridos tertulianos de la habitación vacía: 
Si tuviera que confesar, confesaría que en ocasiones odio el chocolate, las películas tristes y los te quieros de otras bocas. Que algunas noches dormir es una odisea, y las lágrimas el mejor refugio, bajo unas sábanas que vivieron tiempos mejores. Que hay días en los que la soledad suena incluso placentera, y los abrazos me dan asco. Confesaría que no tengo ningún color favorito, y que si tuviera que elegir me quedaría con el brillo de su mirada.

Confesaría otros mil secretos, los confesaría todos y terminaría con una carcajada, riéndome de mi, del mundo, de todos y de nadie. Pero lo que jamás, jamás, sería capaz de admitir es que tiendo a desconfiar de las personas en las que confío. Tiendo a negar verdades y ocultar miedos, a abandonar abrazos por el camino, a negar besos, a no escuchar consejos, tiendo a encerrarme otra vez, esperando que me rescaten y rogando continuar en mi refugio. 

Tiendo a la locura, y lo admito.

domingo, 25 de septiembre de 2011

Estimats, estimades:
Per davant, huitanta-nou dies de nostàlgies absurdes, boires baixes i gèlids vents. Huitanta-nou dies de pluja, de gotes relliscant pel vidre, lluitant per guanyar una absurda carrera al temps, una altra més, creient que aquesta vegada seran les guanyadores.
Dies d’exàmens, de litres de cafeïna enllaunada, dies en què centrar-se no és una opció, dies sense vida, en què sembla que mors poc a poc.

I entre les tristes fulles i els jerseis de punt, la incessable recerca de aquesta cosa, alguna cosa més perquè tot sigui perfecte, la peça clau.

Alguns idiotes li diuen amor.



domingo, 18 de septiembre de 2011

Queridos tertulianos de la habitación vacía:
Estaba pensando porqué las casas son cuadradas, y la verdad, no lo entiendo ¿Por qué no hacerlas redondas, pirámidales o colgando del cielo, amarradas a las estrellas con enormes regalices rojos?

O mejor escalar hasta la luna y perderme en su cara oculta...

viernes, 16 de septiembre de 2011

Queridos tertulianos de la habitación vacía:
Hundirse de repente sin razón aparente, lo odio. Simplemente lo odio. Y espero que termine pronto, no es fácil sentir de repente que no hay nada ni nadie que pueda cambiar el vacío, las voces quebradas y los escalofríos.
Y pretender quitarme todo esto de encima es prácticamente imposible, porque sigo sin entender que es lo que sobra. Pero por eso estáis aquí, siempre aquí, como alguien que estuvo, no está y, sin embargo, siempre estará.

Alguien me dijo un día que nos ocultamos tras capas, capas y capas de comentarios, apariencias y buen rollo con la gente, pero que detrás de todo eso, está la persona, quien es en realidad. A veces me pregunto, y hoy lo creo firmemente, hay tantas capas por encima de mi verdadero yo, que soy incapaz de reconocerme en el espejo. Hay momentos en los que creo recuperarme, reencontrarme conmigo misma, como si de un viejo amigo se tratara, y puedo asegurar que es la sensación más maravillosa y fugaz que existe. Estoy segura de que vosotros, tertulianos, me comprendéis más de lo que yo misma lo hago. Y es por eso que he vuelto aquí, con la mirada clavada en el suelo, quien lo diría...

Mi orgullo y yo volvemos aquí, nos hemos dado cuenta, es imposible pretender ser quien no se es, pero más imposible aún es deshacerse de esa mentira cuando el resto de nuestras capas ya la han creído.
Mi orgullo, mi sinceridad y yo hemos acordado ser auténticos, como en los viejos tiempos. 
Mi orgullo, mi sinceridad, mis gritos y yo creemos que es hora de volver.
Mi orgullo, mi sinceridad, mis gritos, mis noches de reflexión, mis relatos perdidos en viejas libretas de matemáticas, mi mala leche, mis mundos paralelos y yo vamos a afrontar un día en este mundo sin mentiras de por medio.

Y va a ser genial. Aunque el vacío se quede aquí para siempre, significará que he vuelto. 

jueves, 1 de septiembre de 2011

Queridos tertulianos de la habitación vacía:
Es curioso como pasa el tiempo. No es deprisa, no es despacio, simplemente pasa. Es como el amor, pasa, nos parece todo rápido, queremos todo lento, y se va. Y duele cuando desaparece, se marcha de golpe, mientras duermes; y te acaricia con la mirada por última vez, y te coloca el pelo detrás de la oreja y se marcha. Se esfuma como lo hace el humo de un cigarro en una habitación oscura. Se va.

Y a la mañana siguiente, te despiertas sin amor, y piensas, estoy vacía, no soy nada, no soy nadie sin él y te duele la cabeza, el alma y el corazón. No hay hambre, no hay sed, sólo quieres tumbarte y dejarte llevar. Y despertar horas después con los ojos hinchados y un nudo en la garganta, y cientos de llamadas y mensajes de voz, su voz. Y te da asco no sentir nada al escucharla. 

Rompes con todo, o rompe, pero nunca rompemos, ya no somos nosotros, somos tu y yo, dos mundos diferentes que, de algún extraño e inesperado modo, han acabado siendo uno. Lo haces complicado, ¿no ves? 
No somos nada, no hay nada, no me siento infinitamente pequeña cuando te miro a los ojos, me siento idiota, no siento un cosquilleo cuando rozo tus labios, es lástima, miedo, es el sabor del fin, no existe complicidad, no adivino tus palabras, no quiero escucharlas, no me interesan. Es egoísta, soy egoísta, por primera vez estoy a tu lado y no eres mi mundo. Y lo odio. Y a ti, a ti sólo sé que ya no te quiero. 

Semanas después se me comen los recuerdos, las fotografías y las jodidas pulseritas, se me comen los besos y tu perfume. Pero no te quiero, sólo te echo de menos, no quiero que vuelvas, no para hundirme otra vez. Fue bonito, sí, hasta el final fue precioso, una mierda, fue extraño y típico, fue mil cosas y ninguna. 

Y el fuego purifica.