viernes, 16 de septiembre de 2011

Queridos tertulianos de la habitación vacía:
Hundirse de repente sin razón aparente, lo odio. Simplemente lo odio. Y espero que termine pronto, no es fácil sentir de repente que no hay nada ni nadie que pueda cambiar el vacío, las voces quebradas y los escalofríos.
Y pretender quitarme todo esto de encima es prácticamente imposible, porque sigo sin entender que es lo que sobra. Pero por eso estáis aquí, siempre aquí, como alguien que estuvo, no está y, sin embargo, siempre estará.

Alguien me dijo un día que nos ocultamos tras capas, capas y capas de comentarios, apariencias y buen rollo con la gente, pero que detrás de todo eso, está la persona, quien es en realidad. A veces me pregunto, y hoy lo creo firmemente, hay tantas capas por encima de mi verdadero yo, que soy incapaz de reconocerme en el espejo. Hay momentos en los que creo recuperarme, reencontrarme conmigo misma, como si de un viejo amigo se tratara, y puedo asegurar que es la sensación más maravillosa y fugaz que existe. Estoy segura de que vosotros, tertulianos, me comprendéis más de lo que yo misma lo hago. Y es por eso que he vuelto aquí, con la mirada clavada en el suelo, quien lo diría...

Mi orgullo y yo volvemos aquí, nos hemos dado cuenta, es imposible pretender ser quien no se es, pero más imposible aún es deshacerse de esa mentira cuando el resto de nuestras capas ya la han creído.
Mi orgullo, mi sinceridad y yo hemos acordado ser auténticos, como en los viejos tiempos. 
Mi orgullo, mi sinceridad, mis gritos y yo creemos que es hora de volver.
Mi orgullo, mi sinceridad, mis gritos, mis noches de reflexión, mis relatos perdidos en viejas libretas de matemáticas, mi mala leche, mis mundos paralelos y yo vamos a afrontar un día en este mundo sin mentiras de por medio.

Y va a ser genial. Aunque el vacío se quede aquí para siempre, significará que he vuelto. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario